ROMANCES

    –Yo me estaba en Barbadillo,
en esa mi heredad;
mal me quieren en Castilla                     
los que me habían de aguardar;
los hijos de doña Sancha                        5
mal amenazado me han,
que me cortarían las faldas                     
por vergonzoso lugar,
y cebarían sus halcones
dentro de mi palomar,                            10
y me forzarían mis damas,                     
casadas y por casar;
matáronme un cocinero
so faldas del mi brial.
Si desto no me vengáis,                         15
yo mora me iré a tornar.
Allí habló don Rodrigo,
bien oiréis lo que dirá:
    –Calledes, la mi señora,                        
vos no digades a tal,                              20
de los Infantes de Salas
yo vos pienso de vengar;
telilla les tengo urdida                             
bien se la cuido tramar,
que nascidos y por nascer,                     25
dello tengan que contar.

                    ***

¡Quién hubiese tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Con un halcón en la mano                         5
la caza iba a cazar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar.
Las velas traía de seda,
la ejercia de un cendal;                             10
marinero que la manda
diciendo viene un cantar
que la mar hacía en calma,
los vientos hace amainar,
los peces que andan al hondo                    15
arriba los hace andar,
las aves que andan volando
en el mástil las hace posar.
Allí habló el conde Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:                                 20
"Por Dios te ruego, marinero,
dígasme ora ese cantar."
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
"Yo no digo esta canción                             25
sino a quien conmigo va."

            ***

En París está doña Alda
la esposa de don Roldán,
trescientas damas con ella
para la acompañar;
todas visten un vestido,                                 5
todas calzan un calzar,
todas comen a una mesa,
todas comían de un pan,
si no era doña Alda
que era la mayoral.                                     10
Las ciento hilaban oro,
las ciento tejen cendal,
las ciento tañen instrumentos
para doña Alda holgar.
Al son de los instrumentos                            15
doña Alda adormido se ha;
ensoñado había un sueño,
un sueño de gran pesar.
Recordó despavorida
y con un pavor muy grande,                         20
los gritos daba tan grandes
que se oían en la ciudad.
Allí hablaron sus doncellas,
bien oiréis lo que dirán:
"¿Qué es aquesto, mi señora?                      25
¿Quién es el que os hizo mal?"
"Un sueño soñé, doncellas,
que me ha dado gran pesar:
que me veía en un monte
en un desierto lugar;                                     30
de so los montes muy altos
un azor vide volar,
tras dél viene una aguililla
que lo ahinca muy mal.
El azor con grande cuita                                 35
metióse so mi brial;
al aguililla con grande ira
de allí lo iba a sacar:
con las uñas lo despluma,
con el pico lo deshace."                                 40
Allí habló su camarera,
bien oiréis lo que dirá:
"Aquese sueño, señora,
bien os lo entiendo soltar:
el azor es vuestro esposo                             45
que viene de allén la mar;
el águila sodes vos
con la cual ha de casar,
y aquel monte es la iglesia
donde os han de velar."                                50
"Si así es, mi camarera,
bien te lo entiendo pagar."
Otro día de mañana
cartas de fuera le traen;
tintas venían de dentro,                                 55
de fuera escritas con sangre,
que su Roldán era muerto
en la caza de Roncesvalles.

                ***

Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria                             5
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,                             10
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero,                             15
¡déle Dios mal galardón!

                ***

"¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,                             5
la luna estaba crecida;
moro que en tal signo nace
no debe decir mentira."
Allí respondiera el moro
bien oiréis lo que decía:                             10
"Yo te la diré, señor,
aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro
y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho                     15
mi madre me lo decía,
que mentira no dijese,
que era grande villanía:
por tanto pregunta, rey,
que la verdad te diría."                             20
"Yo te agradezco, Abenámar,
aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?
¡Altos son y relucían!"
"El Alhambra era, señor,                         25
y la otra la mezquita;
los otros los Alixares
labrados a maravilla;
el moro que los labraba
cien doblas ganaba al día,                         30
y el día que no los labra
otras tantas se perdía.
El otro el Generalife,
huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas,                         35
castillo de gran valía."
Allí habló el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
"Si tú quisieses, Granada,
contigo me casaría:                                 40
daréte en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla."
"Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene                         45
muy grande bien me quería."

                ***

Todas las gentes dormían
(en las que Dios tiene parte),
mas no duerme Melisenda
la hija del emperante,
que amores del conde Ayuelos                 5
no la dejan reposar.
Salto diera de la cama
como la parió su madre,
vistiérase una alcandora
no hallando su brial;                                 10
vase para los palacios
donde sus damas están,
dando palmadas en ellas
las empezó de llamar:
"Si dormís, las mis doncellas,                     15
si dormides, recordad;
las que sabedes de amores
consejo me queráis dar,
las que de amor no sabedes
tengádesme poridad:                                 20
amores del conde Ayuelos
no me dejan reposar."
Allí hablara una vieja,
vieja es de antigua edad:
"Agora es tiempo, señora,                         25
de los placeres tomar,
que si esperáis a vejez
no vos querrá un rapaz."
Desque esto oyó Melisenda
no quiso más esperar,                                 30
y vase a buscar al conde    
a los palacios do está.
Topara con Hernandillo
un alguacil de su padre:
"¿Qué es aquesto, Melisenda?                     35
Esto ¿qué podía estar?
¡O vos tenéis mal de amores
o os queréis loca tornar!"
"Que no tengo mal de amores
ni tengo por quién penar,                             40
mas cuando yo era pequeña
tuve una enfermedad;
prometí tener novenas
allá en San Juan de Letrán;
las dueñas iban de día,                                 45
doncellas agora van."
Desque esto oyera Hernando
puso fin a su hablar;
la infanta, mal enojada,
queriendo dél se vengar:                                 50
"Prestásesme", dijo a Hernando,
"prestásesme tu puñal,
que miedo me tengo, miedo
de los perros de la calle."
Tomó el puñal por la punta,                             55
los cabos le fue a dar;
diérale tal puñalada
que en el suelo muerto cae,
y vase para el palacio
a do el conde Ayuelos está.                             60
Las puertas halló cerradas,
no sabe por dó entrar;
con arte de encantamiento
las abrió de par en par.
Al estruendo el conde Ayuelos                         65
empezara de llamar:
"Socorred, mis caballeros,
socorred sin más tardar;
creo son mis enemigos
que me vienen a matar."                                    70
La Melisenda discreta
le empezara de hablar:
"No te congojes, señor,
no quieras pavor tomar,
que yo soy una morica                                     75
venida de allende el mar."
Desque esto oyera el conde
luego conocido la ha;
fuese el conde para ella,
las manos le fue a tomar,                                 80
y a la sombra de un laurel
de Venus es su jugar.

                ***

Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido
como fuera Lanzarote
cuando de Bretaña vino:
que dueñas curaban dél,                                     5
doncellas del su rocino,
esa dueña Quintañona
ésa le escanciaba el vino,
la linda reina Ginebra
se lo acostaba consigo;                                     10
y estando al mejor sabor
que sueño no había dormido,
la reina toda turbada
un pleito ha conmovido:
"Lanzarote, Lanzarote,                                     15
si antes hubieras venido
no hablara el orgulloso
las palabras que había dicho,
que a pesar de vos, señor,
se acostaría conmigo."                                       20
Ya se arma Lanzarote
de gran pesar conmovido,
despídese de su amiga,
pregunta por el camino;
topó con el orgulloso                                         25
debajo de un verde pino,
combátense de las lanzas,
a las hachas han venido;
desmaya el orgulloso,
ya cae en tierra tendido,                                     30
cortárale la cabeza
sin hacer ningún partido;
vuélvese para su amiga
donde fue bien recibido.

                ***

"Rey don Sancho, rey don Sancho
no digas que no te aviso,
que de dentro de Zamora
un alevoso ha salido!
Llámase Vellido Dolfos,                                     5
hijo de Dolfos Vellido;
cuatro traiciones ha hecho
y con ésta serán cinco.
Si gran traidor fue el padre
mayor traidor es el hijo."                                    10
Gritos dan en el real:
"¡A don Sancho han mal herido!
¡Muerto le ha Vellido Dolfos,
gran traición ha cometido!"
Desque le tuviera muerto                                     15
metióse por un postigo;
por las calles de Zamora
va dando voces y gritos:
"¡Tiempo era, doña Urraca,
de cumplir lo prometido!"                 
                   20

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