PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA

(1600-1681)

EL ALCALDE DE ZALAMEA


PERSONAS

EL REY FELIPE II
DON LOPE DE FIGUEROA
DON ÁLVARO DE ATAIDE, capitán
UN SARGENTO
REBOLLEDO, soldado
LA CHISPA
PEDRO CRESPO, labrador viejo
JUAN, hijo de Pedro Crespo
ISABEL, hija de Pedro Crespo
INÉS, prima de Isabel
DON MENDO, hidalgo
NUÑO, criado
UN ESCRIBANO
SOLDADOS
LABRADORES

JORNADA PRIMERA

CUADRO ÙNICO


(Salen REBOLLEDO, la CHISPA y soldados.)

REBOLLEDO.
¡Cuerpo de Cristo con quien
desta suerte hace marchar
de un lugar a otro lugar
sin dar un refresco!

TODOS.
Amén.

REBOLLEDO.
¿Somos gitanos aquí 5
para andar desta manera?
¿Una arrollada bandera
nos ha de llevar tras sí,
con una caja...

SOLDADO 1º.
¿Ya empiezas?

REBOLLEDO
.... que este rato que calló, 10
nos hizo merced de no
rompernos estas cabezas?

SOLDADO 2º.
No muestres deso pesar,
si ha de olvidarse, imagino,
el cansancio del camino 15
a la entrada del lugar.

REBOLLEDO.
¿A qué entrada, si voy muerto?
Y aunque llegue vivo allá,
sabe mi Dios si será
para alojar; pues es cierto 20
llegar luego al comisario
los alcaldes a decir
que si es que se pueden ir,
que darán lo necesario;
reponderles, lo primero, 25
que es imposible, que viene
la gente muerta; y si tiene
el Concejo algún dinero,
decir: "Señores soldados:
orden hay que no paremos; 30
luego al instante marchemos."
Y nosotros, muy menguados,
a obedecer al instante
orden que es, en caso tal,
para él orden monacal, 35
y para mí mendicante.
Pues ¡voto a Dios! que si llego
esta tarde a Zalamea,
y pasar de allí desea
por diligencia o por ruego, 40
que ha de ser sin mí la ida;
pues no, con desembarazo,
será el primer tornillazo
que habré yo dado en mi vida.

SOLDADO 1º.
Tampoco será el primero 45
que haya la vida costado
a un miserable soldado;
y más hoy, si considero
que es el cabo desta gente
don Lope de Figueroa, 50
que, si tiene tanta loa
de animoso y de valiente,
la tiene también de ser
el hombre más desalmado,
jurador y renegado 55
del mundo, y que sabe hacer
justicia del más amigo,
sin fulminar el proceso.

REBOLLEDO.
¿Ven vustedes todo eso?
Pues yo haré lo que yo digo. 60

SOLDADO 2º.
¿De eso un soldado blasona?

REBOLLEDO.
Por mí muy poco me inquieta;
sino por esa pobreta,
que viene tras la persona.

CHISPA.
Seor Rebolledo, por mí 65
vuecé no se aflija, no;
que bien se sabe que yo
barbada el alma nací,
y ese temor me deshonra;
pues no vengo yo a servir 70
menos que para sufrir
trabajos con mucha honra;
que para estarme, en rigor,
regalada, no dejara
en mi vida, cosa es clara, 75
la casa del regidor,
donde todo sobra, pues
al mes mil regalos vienen;
que hay regidores que tienen
menos regla con el mes. 80
Y pues a venir aquí,
a marchar y perecer
con Rebolledo, sin ser
postema, me resolví,
por mí ¿en qué duda o repara? 85

REBOLLEDO.
¡Viven los cielos, que eres
corona de las mujeres!

SOLDADO 2º.
Aquesa es verdad bien clara.
¡Viva la Chispa!

REBOLLEDO.
¡Reviva!
Y más si, por divertir 90
esta fatiga de ir
cuesta abajo y cuesta arriba,
con su voz el aire inquieta
una jácara o una canción.

CHISPA.
Responda a esa petición 95
citada la castañeta.

REBOLLEDO.
Y yo ayudaré también.
Sentencien los camaradas
todas las partes citadas.

SOLDADO 1º.
¡Vive Dios, que han dicho bien! 100

(Cantan REBOLLEDO y la CHISPA.)

CHISPA.
Yo soy tiri, tiri, taina
flor de la jacarandina.

REBOLLEDO
Yo soy tiri, tiri, tina,
flor de la jacarandina.

CHISPA.
Vaya a la guerra el alférez, 105
y embárquese el capitán.

REBOLLEDO
Mate moros quien quisiere,
que a mí no me han hecho mal.

CHISPA.
Vaya y venga la tabla al horno,
y a mí no me falte pan. 110

REBOLLEDO
Huéspeda, máteme una gallina;
que el carnero me hace mal.

SOLDADO 1º.
Aguarda; que ya me pesa
(que íbamos entretenidos
en nuestros mismos oídos), 115
caballeros, de ver esa
torre, pues es necesario
que donde paremos sea.

REBOLLEDO.
¿Es aquélla Zalamea?

CHISPA.
Dígalo su campanario. 120
No sienta tanto vusté,
que cese el cántico ya;
mil ocasiones habrá
en que lograrle, porque
esto me divierte tanto, 125
que como de otras no ignoran
que a cada cosica lloran,
yo a cada cosica canto,
y oirá ucé jácaras ciento.

REBOLLEDO.
Hagamos alto aquí, pues 130
justo, hasta que venga, es,
con la orden el Sargento,
por si hemos de entrar marchando
o en tropas.

SOLDADO 1º.
El solo es quien
llega ahora; mas también 135
el Capitán esperando

(Salen el CAPITÁN y el SARGENTO.)


CAPITÁN.
Señores soldados,
albricias puedo pedir;
de aquí no hemos de salir,
y hemos de estar alojados 140
hasta que don Lope venga
con la gente que quedó
en Llerena; que hoy llega
orden de que se prevenga
toda, y no salga de aquí 145
a Guadalupe hasta que
junto todo el tercio esté,
y él vendrá luego; y así,
del cansancio bien podrán
descansar algunos días. 150

REBOLLEDO.
Albricias pedir podías.

TODOS.
¡Vítor nuestro Capitán!

CAPITÁN.
Ya está hecho el alojamiento;
el comisario irá dando
boletas, como llegando 155
fueren.

CHISPA.
Hoy saber intento
por qué dijo, voto a tal,
aquella jacarandina:
"Huéspeda, máteme una gallina;
que el carnero me hace mal." 160

(Vanse todos y queden el CAPITÁN y el SARGENTO.)

CAPITÁN.
Señor Sargento, ¿ha guardado
las boletas para mí,
que me tocan?

SARGENTO.
Señor, sí.

CAPITÁN.
¿Y dónde estoy alojado?

SARGENTO.
En la casa de un villano 165
que el hombre más rico es
del lugar, de quien después
he oído que es el más vano
hombre del mundo, y que tiene
más pompa y más presunción 170
que un infante de León.

CAPITÁN.
¡Bien a un villano conviene,
rico, aquesa vanidad!

SARGENTO.
Dicen que ésta es la mejor
casa del lugar, señor; 175
y si va a decir verdad,
ya la escogí para ti,
no tanto por que lo sea
como porque en Zalamea
no hay tan bella mujer...

CAPITÁN.
Di. 180

SARGENTO
.... como una hija suya.

CAPITÁN.
Pues
por muy hermosa y muy vana,
¿será más que una villana
con malas manos y pies?

SARGENTO.
¿Que haya en el mundo quien diga 185
eso?

CAPITÁN.
¿Pues no, mentecato?

SARGENTO.
¿Hay más bien gastado rato
(a quien amor no le obliga,
sino ociosidad no más)
que el de una villana, y ver 190
que no acierta a responder
a propósito jamás?

CAPITÁN.
Cosa es que en toda mi vida,
ni aun de paso me agradó
porque en no mirando yo 195
aseada y bien prendida
una mujer, me parece
que no es mujer para mí.

SARGENTO.
Pues para mí, señor, sí,
cualquiera que se me ofrece. 200
Vamos allá que por Dios,
que me pienso entretener
con ella.

CAPITÁN.
¿Quieres saber
cuál dice bien de los dos?
El que una belleza adora, 205
dijo, viendo a la que amó:
"Aquélla es mi dama", y no:
"Aquélla es mi labradora."
Luego si dama se llama
la que se ama, claro es ya 210
que en una villana está
vendido el nombre de dama.
Mas ¿qué ruido es ése?

SARGENTO.
Un hombre,
que de un flaco rocinante
a la vuelta desa esquina 215
se apeó, y en rostro y talle
parece aquel don Quijote,
de quien Miguel de Cervantes
escribió las aventuras.

CAPITÁN.
¡Qué figura tan notable! 220

SARGENTO.
Vamos, señor; que ya es hora.

CAPITÁN.
Lléveme el Sargento antes
a la posada la ropa,
y vuelva luego a avisarme.

(Vanse y salen DON MENDO, hidalgo de figura, y NUÑO.)

DON MENDO.
¿Cómo va el rucio?

NUÑO.
Rodado, 225
pues no puede menearse.

DON MENDO.
¿Dijiste al lacayo, di,
que un rato le pasease?

NUÑO.
¡Qué lindo pienso!

DON MENDO.
No hay cosa
que tanto a un bruto descanse. 230

NUÑO.
Aténgome a la cebada.

DON MENDO.
¿Y que a los galgos no aten
dijiste?

NUÑO.
Ellos se holgarán;
mas no el carnicero.

DON MENDO.
Baste;
y pues han dado las tres, 235
cálzome palillo y guantes.

NUÑO.
¿Si te prenden el palillo
por palillo falso?

DON MENDO.
Si alguien,
que no he comido un faisán
dentro de sí imaginare, 240
que allá dentro de sí miente,
aquí y en cualquiera parte
le sustentaré.

NUÑO.
¿Mejor
no sería sustentarme
a mí, que al otro? Que en fin, 245
te sirvo.

DON MENDO.
¡Qué necedades!
En efeto, ¿que han entrado
soldados aquesta tarde
en el pueblo?

NUÑO.
Sí, señor.

DON MENDO.
Lástima da el villanaje 250
con los huéspedes que espera.

NUÑO.
Más lástima da y más grande
con los que no espera.

DON MENDO.
¿Quién?

NUÑO.
La hidalguez; y no te espante;
que si no alojan, señor, 255
en casa de hidalgos a nadie,
¿por qué piensas que es?

DON MENDO.
¿Por qué?
Porque no se mueran de hambre.

NUÑO.
En buen descanso esté el alma
de mi buen señor y padre, 260
pues en fin me dejó una
ejecutoria tan grande,
pintada de oro y azul,
exención de mi linaje.

DON MENDO.
Tomáramos que dejara 265
un poco del oro aparte.
Aunque si reparo en ello,
y si va a decir verdades,
no tengo que agradecerle
de que hidalgo me engendrase, 270
porque yo no me dejara
engendrar, aunque él porfiase,
si no fuera de un hidalgo,
en el vientre de mi madre.

NUÑO.
Fuera de saber difícil. 275

DON MENDO.
No fuera sino muy fácil.

NUÑO.
¿Cómo, señor?

DON MENDO.
Tú, en efeto,
filosofía no sabes,
y así ignoras los principios.

NUÑO.
Sí, mi señor, y aun los antes 280
y postres, desde que como
contigo; y es, que al instante,
mesa divina es tu mesa,
sin medios, postres, ni antes.

DON MENDO.
Yo no digo esos principios. 285
Has de saber que el que nace,
sustancia es del alimento
que antes comieron sus padres.

NUÑO.
¿Luego tus padres comieron?
Esa maña no heredaste. 290

DON MENDO.
Eso después se convierte
en su propia carne y sangre;
luego si hubiera comido
el mío cebolla, al instante
me hubiera dado el olor, 295
y hubiera dicho yo: "Tate,
que no me está bien hacerme
de excremento semejante."

NUÑO.
Ahora digo que es verdad...

DON MENDO. ¿Qué?

NUÑO
.... que adelgaza la hambre 300
los ingenios.

DON MENDO.
Majadero,
¿téngola yo?

NUÑO.
No te enfades;
que si no la tienes, puedes
tenerla, pues de la tarde
son ya las tres, y no hay greda 305
que mejor las manchas saque,
que tu saliva y la mía.

DON MENDO.
Pues ésa, ¿es causa bastante
para tener hambre yo?
Tengan hambre los gañanes; 310
que no somos todos unos;
que a un hidalgo no le hace
falta el comer.

NUÑO.
¡Oh, quién fuera
hidalgo!

DON MENDO.
Y más no me hables
desto, pues ya de Isabel 315
vamos entrando en la calle.

NUÑO.
¿Por qué, si de Isabel eres
tan firme y rendido amante,
a su padre no la pides?
Pues con eso tú y su padre 320
remediaréis de una vez
entrambas necesidades;
tú comerás, y él hará
hidalgos sus nietos.

DON MENDO.
No hables
más, Nuño, calla. ¿Dineros 325
tanto habían de postrarme,
que a un hombre llano por fuerza
había de admitir?

NUÑO.
Pues antes
pensé que ser hombre llano,
para suegro, era importante; 330
pues de otros dicen que son
tropezones en que caen
los yernos. Y si no has
de casarte, ¿por qué haces
tantos extremos de amor? 335

DON MENDO.
¿Pues no hay, sin que yo me case,
Huelgas en Burgos, adonde
llevarla, cuando me enfade?
Mira si acaso la ves.

NUÑO.
Temo, si acierta a mirarme 340
Pedro Crespo...

DON MENDO.
¿Qué ha de hacerte,
siendo mi criado, nadie?
Haz lo que manda tu amo.

NUÑO.
Sí haré, aunque no he de sentarme
con él a la mesa.

DON MENDO.
Es propio 345
de los que sirven, refranes.

NUÑO.
Albricias, que con su prima
Inés, a la reja sale.

DON MENDO.
Di que por el bello Oriente,
coronado de diamantes, 350
hoy, repitiéndose el sol,
amanece por la tarde.

(Salen a la ventana ISABEL e INÉS labradoras.)

INÉS.
Asómate a esa ventana,
prima, así el cielo te guarde;
verás los soldados que entran 355
en el lugar.

ISABEL.
No me mandes
que a la ventana me ponga,
estando este hombre en la calle,
Inés, pues ya cuánto el verle
en ella me ofende sabes. 360

INÉS.
En notable tema ha dado
de servirte y festejarte.

ISABEL.
No soy más dichosa yo.

INÉS.
A mi parecer, mal haces
de hacer sentimiento desto. 365

ISABEL.
Pues ¿qué había de hacer?

INÉS.
Donaire.

ISABEL.
¿Donaire de los disgustos?

DON MENDO.
Hasta aqueste mismo instante,
jurara yo, a fe de hidalgo
(que es juramento inviolable), 370
que no había amanecido;
mas ¿qué mucho que lo extrañe,
hasta que a vuestras auroras
segundo día les sale?

ISABEL.
Ya os he dicho muchas veces, 375
señor Mendo, cuán en balde
gastáis finezas de amor,
locos extremos de amante
haciendo todos los días
en mi casa y en mi calle. 380

DON MENDO.
Si las mujeres hermosas
supieran cuánto las hace
más hermosas el enojo,
el rigor, desdén y ultraje,
en su vida gastarían 385
más afeite que enojarse.
Hermosa estáis, por mi vida.
Decid, decid más pesares.

ISABEL.
Cuando no baste el decirlos,
don Mendo, el hacerlos baste 390
de aquesta manera. Inés,
éntrate acá dentro, y dale
con la ventana en los ojos. (Vase.)

INÉS.
Señor caballero andante,
que de aventurero entráis 395
siempre en lides semejantes,
porque de mantenedor
no es para vos tan fácil,
amor os provea. (Vase.)

DON MENDO.
Inés,
Las hermosas se salen 400
con cuanto ellas quieren, Nuño.

NUÑO.
¡Oh qué desairados nacen
todos los pobres!

(Sale PEDRO CRESPO, labrador.)

CRESPO
(Aparte.) ¡Que nunca
entre y salga yo en mi calle,
que no vea a este hidalgote 405
pasearse en ella muy grave!

NUÑO.
(Aparte a su amo.)
Pedro Crespo viene aquí.

DON MENDO.
Vamos por estotra parte,
que es villano malicioso.

(Sale JUAN, hijo de CRESPO.)

JUAN.
(Aparte.)
¡Que siempre que venga, halle 410
este fantasma en mi puerta,
calzado de frente y guantes!

NuÑo.
(Aparte a su amo.)
Pero acá viene su hijo.

DON MENDO.
No te turbes ni embaraces.

CRESPO.
(Aparte.)
Mas Juanico viene aquí. 415

JUAN.
(Aparte.)
Pero aquí viene mi padre.

DON MENDO.
(Aparte a Nuño. Disimula.) Pedro Crespo,
Dios os guarde.

CRESPO.
Dios os guarde.

(Vanse DON MENDO y NUÑO.)

CRESPO.
(Aparte.)
El ha dado en porfiar,
y alguna vez he de darle 420
de manera que le duela.

JUAN.
(Aparte. Algún día he de enojarme.)
¿De adónde bueno, señor?

CRESPO.
De las eras; que esta tarde
salí a mirar la labranza, 425
y están las parvas notables
de manojos y montones,
que parecen al mirarse
desde lejos montes de oro,
y aun oro de más quilates, 430
pues de los granos de aquéste
es todo el cielo el contraste.
Allí el bielgo, hiriendo a soplos
el viento en ellos suave,
deja en esta parte el grano
y la paja en la otra parte; 435
que aun allí lo más humilde
da el lugar a lo más grave.
¡Oh, quiera Dios que en las trojes
yo llegue a encerrarlo, antes 440
que algún turbión me lo lleve,
o algún viento me las tale!
Tú, ¿qué has hecho?

JUAN.
No sé cómo
decirlo sin enojarte.
A la pelota he jugado 445
dos partidos esta tarde,
y entrambos los he perdido.

CRESPO.
Haces bien, si los pagaste.
No los pagué que no tuve
dineros para ello; antes 450
vengo a pedirte, señor...
Pues escucha antes de hablarme.
Dos cosas no has de hacer nunca:
no ofrecer lo que no sabes
que has de cumplir, ni jugar 455
más de lo que está delante;
porque si por accidente
falta, tu opinión no falte.

JUAN.
El consejo es como tuyo,
y por tal debo estimarle; 460
y he de pagarte con otro:
en tu vida no has de darle
consejo al que ha menester
dinero.

CRESPO.
¡Bien te vengaste!

Acto I.ii